ENIGMA DE SUS MANOS QUE ME SEÑALAN MIS HUESOS
De: Eliad Josué
Imagen: Mi inolvidable, admirable y hermosa Sonya TG
Ella se irguió temprano, sus manos crucificadas
con sus lágrimas se ajustaron a su silencio, sus ojos me miraron paulatinos,
congelados en la retina apretinada, sin fuego que quedaran por dentro, sin
chispas de pasiones pasadas, sin miradas que gritaran te quiero.
Ella bajo la cara inmutable a las consideraciones preconcebidas, su boca se cerró para
callar aquellas palabras muertas, sus labios susurraron el eco del viento
lejano y de ellos mano vinagre de Cristo, una gota de su saliva bendita atrapo la
calle desierta, fue como un espejo donde contemplé embelesado su alma triste y sus deseos
fallidos.
Paulatina levantó su mano, la extendió rígida a los
cuatro vientos, fue como lanzar su perfume a las esquinas redondas de su
desolación, el viento movió su pelo rubio y lo acaricio con gusto, con su mano extendida a la nada, señalo con su dedo índice hacia el horizonte
perdido, señalo su culpa, descubrió los secretos de su ira y desde lo
profundo de las penas, un remolinillo de fuego negro atrapo la indiferencia.
Alzó lerda su rostro sumido en penumbras peofundas, me miró con su mirada ciega y gritó en su interno, fue como una explosión sorda,
insondable, embargable y ajena, cuya doblegó mis sentimientos pútridos, en la distancia el cielo se cubrió de espesas
nubes grises, de relámpagos verdes, su fulgor indómito oscilo incierto en el agua del océano, cual lo reflejo en sus olas furiosas con agitante desvelo, eran vuelo de cenizas que gritaban su nombre, que
querían desgarrar sus carnes y chuparse sus huesos.
¡OH! aquel delirio corrompía mi sistema nervioso.
La noche vieja irguió su rostro blanco como la leche, brillante
como un loza, fría como un témpano, un grueso sollozo broto de sus ojos
desnudos y llovió y la lluvia trajo algunas mujeres que quedaban casi en el
esqueleto.
La inimaginable sensación de sus labios posaron en los míos, como enjuague bucal mentolado...