LA SOLEDAD
Diseño de imagen 3D: Eliad Jhosué Villarroel
Autor fragmento: Eliad Jhosué Villarroel
La noche brilla como un disco viejo de vinilo y
curtido por los años.
Una brisa milenaria humedece su cabellera con mis
antiguos recuerdos y su forma se muta embelesada en una mujer amada.
Algún lucero colorado frota su nariz en mi espejo
roto y abandona en su superficie una baba de luz refleja, algo retoña en las
memorias de días y ella, mi querida, desempolva con su lujuria los ya ancianos
momentos crucificados, cuyos dejan en la piel
del alma una superficie vacía, es mi extraña soledad…
La noche sigue brillando como un disco LP de vinil,
rayado por las miles dentada de la aguja del phonofono.
Algo de algún viento viajero llega despacito y me
cuenta una leyenda en desuso, además me insinúa sentir las caricias lejanas de
mi amante perdida, me susurra al oído que estoy parado sobre un hueco y que no
termino de caer porque pendo de un hilo e insidioso estiba a impeler en mis
pensamientos cosas de la vanidad no retornable.
Burlón corta los motivos blancos con una daga oxidada
y riega con un liquido negro mis palabras muertas y me dice con zozobras, que ella está en algún lucero colorado, mirándose
paulatina en un espejo fabricado con piedras de luna, tomados de los cráteres
lunares, esto aconteció, mientras yo estaba distraído mirando las sombras de un
océano hecho un rio.
Mientras se
peina sus largas clinejas, algunos sueños sin estructura hacen una escalera con
su pelo de nubes negras para que yo suba y llegue hasta ella. Cuando intento subir,
aun sin dar el primer paso regreso donde estaba, porque nunca termino por
levantarme…
La noche sigue brillando, sin embargo, su fragancia
remota ha cambiado sus tonalidades brillante para tornarse en un negro mate
acido.
Un pájaro color de los días grises, posa su vuelo
sobre mi hombro y le grita enardecido al viejo viento burlón, que arranque.
El huraño viento regañado se marcha hastiado de
verme derrotado ante los hechos uniformes, no sin antes darle una patada huracanada
al pajarraco y reírse de mis antelaciones derrumbadas.
La noche sigue brillando y su opaques se descolora,
mientras tanto el pajarraco me entrega con enigmática reciedumbre, una nota de
ella, no se dé donde la extrajo, pero aquello me hizo presentir que estaba solo
y que una burda burla del viento aun me acompañaba.
Cuando tome aquel retazo de papel rasgado, temblé y
llore al acariciar la piel de mi amada perdida entre mis dedos…
Al intentar
leer las líneas escrita por su corazón, nada exclamaban, porque su escritura era como
una tormenta en un desierto polvoriento o como el fondo de un río donde sus
aguas están turbias y corriendo con mucha rabia.
Le dije al ave consoladora ¡sale perro! Porque tu
pico no me trae sus andanzas, ni siquiera una de sus miradas para mirar con
ella el sol del alba.
La noche se puso como una cueva profunda y más
desordenada y cuando el pájaro volaba ahuyentado por mis dolores, tropezaba con
violencia y caía adolorido, pues sus tendones rasgaba y sus huesos quebraba.
¡Pobre pájaro! Ya no pudiendo volar más donde quería llegar, quedo yacente entre un charco de células
quemadas y con los ojos vendados por su tragedia mirando el vacio intenso de
sus adentros olvidados.
¡AH! Ese pájaro era yo y mi soledad…